CUADRO: LA CIENCIA SOCIAL COMO ACTIVIDAD MORAL
WRIGHT MILLS
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MARTIN BARÓ
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“El trabajo de la ciencia social ha estado siempre acompañado de
valoraciones. En la selección de los problemas que estudiamos van implícitos
valores; también van implícitos valores en algunos de los conceptos claves
que usamos en nuestros enunciados de esos problemas, y los valores afectan al
curso de su solución. Por lo que respecta a los conceptos, el objetivo debe
ser emplear tantos términos ‘neutrales’ como sea posible, darse cuenta de los
valores implícitos que aún quedan, y hacerlos explícitos. Por lo que respecta
a los problemas, el objetivo debe ser, de nuevo, advertir con claridad los
valores en relación con los cuales son seleccionados, y después evitar en
cuanto se pueda prejuicios valorativos en su solución, no importa cómo esa
solución pueda afectar a uno ni cuáles sean sus implicaciones morales o
políticas... Quiéralo o no, sépalo o no, todo el que emplea su vida en el
estudio de la sociedad y en publicar sus resultados está obrando moralmente
y, por lo general, políticamente también. La cuestión está en si afronta esta
situación y acomoda su mentalidad a ella, o si se la oculta a sí mismo y a
los demás y va moralmente a la deriva” (Wright Mills, 1961,)
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“La objetividad científica, es decir, la fidelidad hacia lo que la
realidad es en sí misma, no se logra tanto pretendiendo distanciarse de ella
reduciéndola a su carácter de ‘cosa mensurable’, cuanto clarificando la
imbricación del científico como persona y como miembro de una clase social
con esa realidad que es también humana y social. En ciencias sociales el
científico no puede evitar sentirse involucrado en aquellos mismos fenómenos
que estudia, puesto que también se producen en él; y si esto es verdad cuando
se trata de procesos como la memoria, el conocimiento o la emoción, mucho más
lo es cuando se trata de los factores que determinan su vida familiar, su
trabajo cotidiano o la definición de su futuro. Más aún, éticamente el
científico no puede dejar de tomar una postura frente a esos fenómenos; pero
la parcialidad que siempre supone una toma de postura no tiene porqué
eliminar la objetividad. Resulta absurdo y aun aberrante pedir imparcialidad
a quienes estudian la drogadicción, el abuso infantil o la tortura. Y si eso
es claro respecto a lo socialmente indeseable, ¿por qué no aceptar también
una necesaria parcialidad frente a lo socialmente deseable” (Martín-Baró,
1998,)
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