Comte y Durkheim en la misma dirección: el
incipiente pero imparable desarrollo tecnológico acompañado de un cambio
radical en el modelo de producción había propiciado un nivel de riqueza
desconocido hasta el momento, pero no había sido capaz de repartir bienestar y
de procurar felicidad (quien quiera profundizar más en el tratamiento que
autores como Comte, Durkheim hacen de la felicidad, vaya a Plé, 2000 y
Vowinckel, 2000, respectivamente). Las fuerzas del progreso han comenzado a
imponer un modelo de sociedad basado en la solidaridad orgánica (el modelo de
sociedad que produce la división del trabajo: una solidaridad negativa que
margina a las personas y solo tiene en cuenta sus funciones), que va minando
los lazos que unen al individuo con su entorno social (la integración); se
trata de un modelo que tiene como fundamento una estructura burocrática
dominada por “hombrecillos aferrados a sus mezquinos puestos” (Weber) en la que
todo está supeditado a la utilidad material inmediata (Comte) y a la eficacia;
un modelo de sociedad dominada por un individualismo ramplón que destierra las
formas y valores tradicionales dando lugar a un fenómeno de hondas
repercusiones psicosociales, la alineación, que nos aleja del bienestar y de la
felicidad.
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